Buenos Aires posee un patrimonio arquitectónico desconcertante y sugestivo. Las múltiples fuentes de inspiración y la tendencia local a la reelaboración consolidaron en los dos últimos siglos una herencia artística vasta y ecléctica. Este blog pretende mostrar a través de fotografías algunos de esos detalles que suelen escaparse a quien camina sin mirar por donde pasa.

martes, 27 de diciembre de 2011

Escultura "Santos Vega"


Esta imagen de Santos Vega, gaucho argentino que dio origen a una hermosa leyenda, es una obra del escultor Luis Perlotti y está situada en la calle Caminito en el barrio de La Boca.

En lejanos tiempos vivía Santos Vega, extraordinario payador. Cierto día en que entonaba sus mejores canciones a la sombra de un ombú ante paisanos de lejanos pagos, llegó al galope de su caballo, un forastero que desafió al cantor. Santos Vega aceptó el desafío. Todos escucharon asombrados y creyeron segura su victoria. Sin embargo el desconocido venció. El forastero Juan Sin Ropa, el propio diablo transfigurado, había vencido al payador. Y cuenta la tradición que desde entonces, nunca más se lo vio a Santos Vega; nunca más se escuchó su voz, pero hay quien afirma que en las noches serenas, al paso de su caballo, emponchado y triste con la guitarra en la espalda, cruza como una sombra la pampa callada.

Fuente: Arteyfotografia


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Estadio Alberto J. Armando :: La Bombonera



El Estadio Alberto J. Armando se ubica en el barrio de La Boca, Buenos Aires, Argentina. Es mundialmente conocido como La Bombonera. Se disputan allí los partidos de fútbol que el Club Atlético Boca Juniors juega en condición de local.
También fue utilizado históricamente y en muchas oportunidades para localía de la Selección Argentina de Fútbol.
Fue inaugurado el 25 de mayo de 1940 y en 1986 recibió el nombre oficial de Estadio Camilo Cichero. En el año 2000 se cambió el nombre por el que actualmente lleva. Es conocida mundialmente por su impresionante acústica y el fanatismo de sus hinchas. Las 2 máximas figuras en la historia del fútbol mostraron palabras de elogio y admiración para este mítico estadio: Maradona la señaló como "el Templo del Fútbol Mundial", mientras que Pelé dijo: "Jugué en todos los estadios del mundo y jamás sentí que sucediera un terremoto cuando un equipo salía al campo de juego como lo que viví en La Bombonera".
Según el diario inglés The Observer: "El Superclásico siendo jugado en La Bombonera, es uno de los espectáculos deportivos mundiales que hay que presenciar sí o sí antes de morir".
Historia
El primer terreno de juego fue el de Independencia Sud, del cual surgió la base de jugadores y fundadores. Al inscribirse en los torneos oficiales de la Argentine Football Association, la institución se mudó a un terreno lindante a las Carboneras Wilson e Hijos. En 1912 un desalojo obligó a trasladarse nuevamente. El nuevo campo de deportes se ubicó a 100 metros de donde se encontraba, en donde hoy está el Observatorio Naval, en Avenida España al 2000. Pero siguió siendo precaria la posesión del terreno y en 1914 los directivos tomaron la decisión de abandonar el barrio. Fue así que el club se mudó a Wilde, aunque la lejanía con La Boca y los malos resultados deportivos provocaron una gran disminución de socios, que de 1500 pasaron a ser 300. Finalmente, en 1916, Boca Juniors regresó a su barrio originario. El estadio se levantó en la manzana limitada por las calles Ministro Brin, Sengüel, Caboto y Tunuyán, pero una nueva orden de desalojo provocó que el club volviera a estar sin cancha. En octubre de 1922 se construyó la tribuna oficial del nuevo estadio a emplazarse en Brandsen, Del Crucero (ahora Del Valle Iberlucea), Aristóbulo del Valle y las vías del Ferrocarril Sud. Su inauguración se produjo el 6 de julio de 1924, con un partido ante Nacional de Montevideo, que concluyó con una victoria por 2 a 1.
La Bombonera de Cemento
En 1931 se decidió comprar los 21.471 m² de dicho terreno en $2.200.000 de aquellos tiempos. Hacia 1937 la comisión directiva encabezada por el presidente Dr. Camilo Cichero decidió organizar un concurso para la construcción del estadio. El proyecto ganador, que privilegiaba el uso de estructuras de hormigón armado, obtuvo el primer premio del concurso, y con ello la adjudicación de la obra. El autor del diseño fue el arquitecto esloveno Viktor Sulčič, quien, junto con el geómetra Raúl Bes, y el ingeniero José Luis Delpini, formaban el estudio Delpini-Sulcic-Bes, los que también fueron responsables del famoso Mercado de Abasto de Buenos Aires. Uno de los mayores méritos del proyecto de Delpini-Sulcic-Bes fue realizar un diseño acorde con el escaso espacio disponible, una de las características fundamentales de La Bombonera, aunque originalmente estaba contemplada una cuarta tribuna, que nunca pudo construirse.
Boca utilizó por última vez su estadio de madera el 10 de abril del 1938 y fue local en Ferro Carril Oeste mientras se construyó el actual estadio. El 18 de febrero de 1938 se colocó la piedra fundamental en presencia del presidente de la Nación, Agustín Pedro Justo, y el 6 de agosto comenzaron las obras de construcción. El 25 de mayo de 1940 se produjo la inauguración durante la presidencia de Eduardo Sánchez Terrero y, tras una emotiva ceremonia, Boca derrotó por 2 a 0 a San Lorenzo de Almagro, en un partido amistoso en el que Ricardo Alarcón marcó el primer gol. El primer partido oficial jugado en el nuevo estadio fue contra Newell's Old Boys, el 2 de junio del mismo año, por la 9ª fecha del Campeonato de Primera División. Boca se impuso por 2 a 0 y el primer gol lo convirtió el mismo Ricardo Alarcón, y a partir de allí ganó todos los trece partidos que jugó como local, consagrándose campeón del torneo.
Reformas
Las obras continuaron y el 16 de noviembre de 1941 se inauguró la segunda bandeja en la tribuna que hoy lleva el nombre de Natalio Pescia (en homenaje al gran jugador de las décadas del cuarenta y cincuenta), y en 1951 se empezó a construir todo el tercer piso del estadio y se instaló el sistema de iluminación artificial. Estas reformas fueron terminadas en 1953 y el 12 de febrero se inauguró con un partido amistoso contra HNK Hajduk Split de la ex Yugoslavia, que finalizó con empate 1-1.
Desde ese entonces, La Bombonera no sufrió modificaciones hasta el año 1996, cuando bajo la presidencia de Mauricio Macri se elevó su capacidad a 57.503 personas. Para ello, se demolieron los antiguos palcos que daban a la calle Del Valle Iberlucea, reemplazándolos por una pequeña tribuna. Sobre la misma, se construyeron los nuevos palcos, esta vez hechos de estructura metálica. En el partido de reinauguración Boca jugó contra la Universidad de Chile y lo derrotó por 3-1. Previamente hubo dos preinauguraciones: una con derrota 0:6 frente a Gimnasia y Esgrima La Plata el 5 de mayo de 1996 y otra con victoria 4:1 frente a River Plate.
Origen del Nombre “La Bombonera”
El apelativo La Bombonera nació junto con el proyecto del arquitecto Viktor Sulčič, y surgió de una anécdota protagonizada por el mismo durante la etapa de desarrollo del diseño. En ocasión de su cumpleaños, una amiga le regaló una caja de bombones, que Sulčič comenzó a llevar a las reuniones con el Ingeniero Delpini y otros participantes del proyecto, ya que su forma era casi exactamente igual a la del estadio que él estaba diseñando. A partir de entonces, aun antes de su construcción, para todos fue La Bombonera, incluidas las autoridades del club, que la llamaron así el día de su inauguración.
Aunque siempre se lo conoció con ese nombre, fue el 20 de abril de 1986, en honor a quien fuera el presidente bajo cuyo mandato se colocó la piedra fundamental para la construcción del estadio, cuando pasó a llamarse oficialmente Estadio Camilo Cichero. Ese mismo día Boca derrotó a Talleres de Córdoba por 4 a 2. El 27 de diciembre de 2000, en una ceremonia realizada en el mismo estadio, Mauricio Macri, por ese entonces presidente del club, decidió cambiar el nombre por el de Estadio Alberto J. Armando, en honor al presidente que estuvo a cargo de la institución por más de dos décadas.
En el 2008 se le instaló un tablero electrónico, siendo el tercer estadio de Argentina en tener este aparato tecnológico (luego de los de Vélez Sársfield y River Plate). A diferencia de estos dos primeros, el de Boca está compuesto por dos pantallas laterales y la central, que es mucho más amplia que sus antecesoras. Para el año 2011 estaba proyectada una tribuna de 3 pisos en donde se ubican actualmente los palcos y la pequeña platea, comprando los terrenos que hay detrás de la misma, pero el proyecto finalmente no se llevó a cabo.
 Fuente: Wikipedia

lunes, 12 de diciembre de 2011

Escultura "Bañista" :: Jardín Botánico Carlos Thays


Reproducción en mármol del escultor francés Mauricio Esteban Falconet (1716-1791).

Representa un desnudo femenino que apoya su mano izquierda sobre un tronco talado mientras la mano derecha sostiene un velo que la cubre pudorosamente. De líneas delicadas, es una obra magnífica en su composición.

Donada por la Sra. María M. Pedemonta, estuvo emplazada en el Parque Tres de Febrero hasta el 29 de diciembre de 1944. En junio de 1965 se trasladó a los depósitos del Departamento Monumentos y Obras de Arte para restaurarla en base antiguas fotografías, ya que la cabeza había sido rota y robada.

Finalmente, el 3 de setiembre de 1970, se colocó en el Jardín Botánico.

Fuente: jardinbotanico.buenosaires.gob.ar

Monumento al XXXII Congreso Eucaristico Internacional


El 10 de octubre de 1934 se organizó y desarrolló en Buenos Aires el XXXII Congreso Eucarístico Internacional, presidido por el legado papal cardenal Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pío XII. Las reuniones en torno a esta expresión católica son multitudinarias y por unos días la ciudad asume una actitud de profunda religiosidad.

El presidente Justo reunió a los dirigentes de la FORA (Federación Obrera), de la FL (Federación Libertaria) y de la UGT (Unión General de Trabajadores) ~invitándolos a un asado informal~ y les hizo comprender que cualquier atentado que perturbara el orden durante las celebraciones religiosas tendría gravísimas consecuencias, que habrían de recaer sobre los líderes de la protesta anárquico comunista o anárquico sindical, respectivamente. Siendo así, no se registró incidente alguno y, es más, miles de obreros concurrieron al Congreso verificándose conversiones multitudinarias en uno y otro sector. La Argentina se estaba reunificando vigorosamente después las divisiones sediciosas impulsadas desde el extranjero. Parecía haber llegado a su término los intentos revolucionarios del Soviet universal en estos pagos.



Nuestro país entonces contaba con una población que apenas superaba los 8.000.000 de habitantes, la mayor parte de ellos inmigrantes, y el Congreso Eucarístico tendría sobre ellos una influencia fundamental.



El día 9 de octubre, llegaba a Buenos Aires, recibido con grandes honores, el legado pontificio, el cardenal Eugenio Pacelli, representante de un gran Papa, Pío XI, y futuro Papa él mismo. Por primera vez en la historia de los Congresos, el Sumo Pontífice designó como su representante a su secretario de Estado. Al día siguiente tuvo lugar la apertura solemne del 32º Congreso Eucarístico Internacional, en los jardines de Palermo. En un día de sol y cielo azul, el acto se desarrolló en una vasta plataforma que circundaba el monumento “de los Españoles”, al que ocultaba una cruz monumental, hecha de técnica y fe, y que se transformaría en el emblema del Congreso. Se dio lectura a la bula papal por la que el cardenal Pacelli fue investido por Pío XI del cargo de legado, quien habló a continuación ante una gran multitud. Una hora santa sacerdotal completaba ese primer día. El 11 fue "El día de los niños". También en Palermo y en horas de la mañana, 107.000 niños recibieron, en perfecto orden, a Jesús Sacramentado (muchos, por primera vez), que les llega escondido en 107.000 hostias blancas, durante la misa que celebran los cuatro cardenales visitantes en cuatro altares colocados en cruz al pie de la plataforma central. Espectáculo estremecedor que hace exclamar a monseñor Pacelli, varias veces: “¡Esto es el Paraíso!”...

Por la tarde, se realizó, siempre alrededor de la gran cruz, la primera asamblea general del Congreso, cuyo tema (“Cristo, Rey de la Eucaristía y por la Eucaristía”) fue desarrollado por monseñor Pedro Farfán, obispo de Lima. Ese mismo día 11 se realizó “La noche de los hombres”. Imponente y, al mismo tiempo, devota y austera manifestación de fe (y de retorno a la Fe), protagonizada por cientos de miles de hombres que, al crepúsculo marcharon desde la Plaza del Congreso, en una Avenida de Mayo colmada en toda su amplitud, para participar en la misa de comunión general que cuatro obispos de naciones hermanas celebraron simultáneamente en la Plaza de Mayo.

Se había calculado que concurrirían 40 mil hombres. Fueron más de 200 mil. Y de ellos, no pocos buscaron y encontraron sacerdotes ante quienes, allí mismo, de pie o de rodillas, recibieron el sacramento de la Confesión.

El día 12 de octubre, se recordaron y celebraron los orígenes católicos e hispanos de la Nación Argentina. En Palermo, una gran muchedumbre asistió al Pontifical con que se conmemoraba el primer 12 de octubre y, a la vez, la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, mientras que por la tarde tuvo lugar la segunda asamblea general del Congreso. Esta vez, el obispo de Madrid-Alcalá, monseñor Leopoldo Eijo y Garay, se refirió al segundo tema del Congreso: "Cristo Rey en la vida católica moderna".

Un poco más tarde, en un teatro Colón vestido de gala y en presencia del presidente de la República y del cardenal legado, pronunciaron sendos discursos alusivos a la fecha el doctor Gustavo Martínez Zuviría y monseñor Isidro Gomá y Tomás, cardenal primado de España. Ambos oradores dejaron en claro que nuestros orígenes como nación son hispanos y católicos. Y que, con la palabra hispanidad, se alude, a la vez, al alma de todos los pueblos hispanoamericanos y a la misma España, así como al lazo que a todas ellas une en una empresa común y exclusiva.

El sábado 13 de octubre, “La jornada de la Patria”, estuvo dedicada a la Virgen de Luján, patrona del Congreso. En ella, en Palermo y frente a la cruz, siete mil soldados de la Patria recibieron la santa Comunión, durante la misa celebrada en esa tan particular ocasión. Poco más lejos, una docena de conscriptos recibió el agua del Bautismo. El cardenal legado quiso hacerse presente, en un gesto de aprobación por el acto realizado.

Simultáneamente con el de Buenos Aires, los congresos diocesanos que se efectuaban, en diversas ciudades del interior del país, millares de soldados y sus jefes se acercaron espontáneamente a recibir la Comunión de rodillas: Oficiales, Suboficiales y Soldados.

La tarde de ese mismo sábado, comenzó la tercera asamblea general del Congreso, en la cual monseñor Nicolás Fassolino, arzobispo de Santa Fe, pronunció un discurso sobre el tercer tema del Congreso: “Cristo, hoy, en la historia de América Latina y, especialmente, en la República Argentina”, en el cual quedan entrañablemente unidos la historia de los pueblos hispanos y la religión.

Por fin llegó el “Día del Triunfo Eucarístico Mundial”. Ese día, 14 de octubre, algo más de un millón de personas concurrieron a Palermo, en una mañana clara como todas las anteriores, para asistir a la misa que oficia el legado pontificio. Eran incalculables los penitentes que llegaban a Buenos Aires desde distintas provincias en este día triunfal. La bandera nacional fue izada hasta el tope del mástil vecino al palco presidencial. Luego del Evangelio, monseñor Pacelli, en su homilía, nos recuerda que Dios es amor, y que ese amor, como un incendio, se encierra en la Eucaristía. Terminada la misa, y en medio de un silencio absoluto, se oye la voz del Papa, que, desde el Vaticano, proclama que Cristo Eucarístico, vive, reina e impera. A continuación, monseñor Napal, locutor oficial del Congreso, anunció que SS Pío XI impartirá su bendición sobre este Congreso. Todos los presentes la reciben de rodillas.

Retirado el legado pontificio, la concurrencia volverá por la tarde, aun en mayor número: serían esta vez dos millones los fieles que asistirían y tomarían parte activa contemplando maravillados la procesión con la que se clausuraría el XXXII Congreso Eucarístico Internacional. También fueron numerosas las entidades y corporaciones que acompañan al Señor en su lenta marcha desde la iglesia del Pilar hasta la cruz del Congreso.

Cuatro cardenales, el nuncio apostólico y numerosos obispos y sacerdotes rodeaban el carruaje en que, en soberbia custodia, Jesús Eucaristía recibe la adoración de todo un pueblo. Junto a cardenales y obispos, las más altas autoridades de la Nación marchaban también, para manifestar su acatamiento al Señor de los señores.

Numerosos fieles se incorporaron a la procesión, mientras otros, desde sus puestos, la ven pasar y se arrodillan al enfrentarse con la custodia que lleva a Jesús. Bajo el palio que cubre la carroza, se ve al legado pontificio arrodillado, inmóvil, como en éxtasis, adorando a Dios durante todo el tiempo que corre entre el punto de partida de la procesión hasta su llegada al pie de la cruz. Subió, entonces, monseñor Pacelli al altar, para, desde allí, impartir la última bendición.

Pero antes, habla el presidente de la República. El cual, en sentida oración, pide al Señor que haga descender la paz sobre el pueblo argentino, sobre la Nación entera, sobre América y sobre la humanidad toda. El Presidente Justo se había confesado y arrepentido de su militancia masónica y ese fue su acto de conversión definitivo.


Finalizado el canto del Tamtum Ergo, la multitud recibió ~de rodillas~ la bendición que monseñor Pacelli impartía a la Argentina. Luego, recordó que los habitantes de este suelo debían conservar en su corazón un sentimiento de gratitud profunda, pues el Congreso había superado las previsiones más optimistas. Él debía ser, para cada uno, el comienzo de una nueva vida, en la que la fe de Cristo se adentre en los corazones. Finalmente, hacia las seis de la tarde, sonaron los acordes del Himno Nacional, que todos los presentes corearon y que, en esos momentos, toma un aire de oración con que la Patria jura mantenerse fiel a su Dios y Señor, finalizando así el XXXII Congreso Eucarístico Internacional que “libraría del mal” a la Argentina, reafirmando su realidad de nación Católica. Realmente es lo que representó ese magno acontecimiento para la vida espiritual de la Patria.



El día 15 partió el cardenal legado. El recorrido desde la residencia donde se hospedó durante su permanencia en la Argentina hasta el puerto de Buenos Aires, recorrido en que fue acompañado por el presidente de la República, fue apoteótico. Ya en la pasarela que lo llevaba al mismo paquebote “Conte Grand” en que había llegado al país, el futuro Pío XII envió una última y especial bendición al pueblo argentino. Después, Buenos Aires volvió a su vida habitual. La vida urbana se reanudó. Pero el recuerdo de esos días primaverales de octubre permaneció, durante mucho tiempo, en las mentes y en los corazones de quienes los vivieron o a quienes se les relató el milagro. “Argentina se encontraba en estado de gracia”.

Fuente: Dr. Carlos Marcelo Shäferstein en La Historia Paralela (Extracto)


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sábado, 3 de diciembre de 2011

Colegio San José




Luego de la caída de Rosas (1852), la Argentina, tanto tiempo cerrada al europeo, se dio a fomentar la inmigración, en especial de vasco-bearneses pirenáicos. Con ese objeto, el Gral Urquiza ofreció generosas ventajas a las familias que se radicaran en el país. La Constitución de 1853 declara que el “Gobierno Argentino no podrá restringir la entrada de extranjeros que traigan por objeto trabajar la tierra, fomentar las industrias y enseñar las letras”. Muy eficaz salió la propaganda: acudieron millares de inmigrantes para brindar sus brazos a la prosperidad del país y se esparcieron por los dilatados campos de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo llegó un día en que los vasco-bearneses, gente arraigada en su fe cristiana, se negaron a embarcarse ante el peligro de perder su alma, por la carencia de iglesias y de sacerdotes en los extensos llanos de América. Enterado el gobierno porteño por voz de sus agentes consulares, procuró un arreglo satisfactorio en acuerdo con los obispos de Buenos Aires y Bayona: la solución hallada en 1855 consistió en que unos misioneros vascos-bearneses acompañaran a los inmigrantes para su atención espiritual. De ahí que el obispo de Bayona propusiera al Padre Garicoits (1797 - 1863) el envío a Buenos Aires de sacerdotes de su Congregación. Aceptó con agrado el santo fundador y se ofreció él primero para tan simpática misión: pero como no accediera su prelado, los elegidos fueron el Padre Diego Barbé (1813 - 1869), en calidad de superior, los Padres Guimón, Larrouy, Harbustán y Sardoy, el estudiante Magendie y dos Hermanos auxiliares: Joannés y Fabián, los cuales se embarcaron en Bayona, el 31 de agosto de 1856 y llegaron a Buenos Aires el 4 de noviembre, tras una accidentada travesía. Entre las órdenes impartidas al Padre Barbé figuraba la fundación de un Colegio en beneficio de los niños vascos y de las familias del país. El Padre Barbé, anteriormente prestigioso director de la Escuela de N. S. de Betharram, fue el fundador del Colegio San José.

Era muy natural que los recién llegados misioneros consagraran alguna tardecita a recorrer la “Gran Aldea” que les había sorprendido, desde el barco, con su chata edificación salpicada, entre arboledas, por una docena de campanarios. En 1856, los 120.000 habitantes de Buenos Aires vivían esparcidos de norte a sur, entre los potreros del Retiro y del Riachuelo, con escasa edificación en los extremos y mayor densidad en el “Centro”, en torno a la Plaza de Mayo, llamada aún “de la Victoria”. En profundidad abarcaba unas diez cuadras, ya que los actuales barrios de Once, Palermo y Constitución, se hallaban en el descampado. El arroyo Maldonado marcaba el límite de la ciudad. Entre los sitios pintorescos descollaba el arrabal de Balvanera con su Plaza del Miserere, recién mudada en Once de Septiembre, tras un combate entre porteños y confederados, los potreros del Once, atestados de corrales, servían a la vez de matadero municipal, mercado de frutos y paradero terminal de centenares de carretas procedentes de todos los rincones del país. A la plaza la orillaba una amplia carretera pantanosa, ex camino real que se llamó después Federación y finalmente Rivadavia, obligada arteria de acceso para todo el comercio interior. No lejos de la plaza, la iglesia parroquial de Balvanera, solitaria en su manzana, dominaba el vecindario con sus torres. Allí se dirigieron los viajeros sin sospechar, por cierto, que, transcurridos unos meses, habían de fundar a su lado el Colegio San José. Regresaron los misioneros al anochecer, mientras los faroleros encendían las linternas esquineras. A las ocho en punto oyóse el toque de oración, nota de quietud. A media noche, la resignada voz del cuidador nocturno cantó su frase ritual: “Las doce han dado y sereno”…

A principios de 1858, el Padre Barbé encaró seriamente la fundación de un Colegio ya proyectado en Betharram por el Padre Garicoits. Por su gran devoción a Nuestra Sra. de Betharram, deseaba un local próximo a una iglesia de la Virgen y recorrió con ese objeto algunos barrios de la ciudad. Finalmente, en el barrio del Once y frente a la iglesia parroquial de Balvanera le agradó un modesto solar de planta baja, que medía 40 varas por 50, con un patio interior, perteneciente a Don Tomás Rebollo, que lo había utilizado como depósito de cueros y lanas y que se encontraba en Azcuénaga y La Piedad (hoy Bartolomé Mitre). El Padre Barbé lo alquiló en marzo por $600 mensuales de la época. La casa fue higienizada con apremio por haberse iniciado ya los cursos escolares. Además de la proximidad de Balvanera que serviría de capilla a la naciente institución, varias razones motivaron la elección de ese local, entre otras la posibilidad de adquirir terreno en la manzana anexa a la iglesia para la construcción del edificio propio, y la cercanía del Once, parada terminal de los lecheros vascos, procedentes de Flores, cuyos hijos concurrirían fácilmente a la escuela. El 18 de marzo, el modesto moblaje fue cargado en tres carros con la ayuda de algunos gauchos recién llegados del campo y del casero Rebollo quién entregó las llaves. El Padre Barbé y sus colaboradores ultimaron algunos aprestos y después de rezar, cada cual se acomodó para pasar la noche. Al día siguiente, fiesta de San José, después de saludar al párroco de Balvanera, ya enterado del objetivo, el Padre Barbé celebró la santa misa que bien puede llamarse de la fundación; luego, con serena confianza en el gran Patriarca elegido como protector, esperaron los primeros alumnos llamados a formar el modesto plantel del Colegio San José. Por la tarde del primer día acudieron sólo cuatro alumnos. Contados fueron los que ingresaron hasta fin de mes; en abril llegaron a 15; transcurridos dos meses, no alcanzaban a 20 entre internos, medio-pupilos y externos. El naciente Colegio se hallaba en peligro de expirar en la cuna.

El pago de los alquileres y los gastos corrientes habían agotado los recursos de la casa…los demás Padres consultados aconsejaron el cierre del Colegio…era profundo el desaliento que amargaba al P. Barbé cuando se produjo la siempre salvadora intervención de Dios. Hallábase entonces al frente de la parroquia de Balvanera el Presbítero Dr. Angel Brid, de ascendencia vasca, quien había acogido con agrado la fundación del Padre Barbé. Empeñado en dar impulso a su parroquia, estimaba que el nuevo colegio le deparaba un oportuno auxilio. Así lo entendía también el buen Padre Barbé quien ayudaba al señor cura en todo lo posible, y resolvió poner en su conocimiento la angustiosa situación: “Si no vienen alumnos, iremos a buscarlos”, le respondió el Padre Brid. El mismo día, el párroco se puso en marcha; acompañado por el comisario local, Di Olallo Pico, recorrió las casas del barrio para recomendar a las familias el colegio del Padre Barbé. El éxito de esa campaña sobrepasó las esperanzas, pues acudieron cerca de 70 niños, entre ellos unos 20 pupilos hacinados en la casa de Rebollo que se volvió insuficiente y exigió un cambio de local. A fines de septiembre, el Padre Brid interesado en que el colegio permaneciera en las inmediaciones del templo parroquial, llamó a su despacho al Padre Barbé y le propuso de repente la compra de un terreno de 42 m de frente por 62 de fondo, situado en la calle Cangallo, en la misma manzana de Balvanera. Su dueño, el Sr. Alderete, necesitado de dinero, lo ofrecía en $35.000 de aquel tiempo y prometía al párroco una ayuda para su templo si se lograba efectuar la venta por su mediación. El terreno fue adquirido a mediados de octubre y abonado a duras penas con los ahorros del colegio. Bernardo Idiart, de recia estirpe vasca, cuyos hijos cursaban en la escuela, se ofreció para edificar el nuevo colegio, adelantando la suma necesaria que se le pagaría en mejor oportunidad. Entre tanto las clases siguieron en la casa de Rebollo hasta el 19 de marzo de 1859. Los 120 alumnos del Colegio apreciaron jubilosamente las comodidades del nuevo colegio.

En aquellos días no se concebía edificación de importancia que no tuviera un mirador elevado y el padre Pedro Pommés, un entendido en arquitectura, llevó a cabo la iniciativa. El colegio vio erigido el suyo a fines de 1870 en el centro de la manzana con una base de 6 por 5 metros y una altura de 5 pisos, a cuya retaguardia fueron edificados dos cuerpos parejos de 10 por 8 metros, de 3 pisos, rematados en mansardas o buhardillas. Apenas terminada la obra fue visitado por militares y declarado observatorio ideal del barrio y, en caso de revuelta, sería ocupado por la milicia. La inauguración del mirador se hizo con la fiesta de premios del año 1871. Con su cresta almenada a modo de atalaya medieval, figura en los mapas militares de la época y se vio ocupado por las tropas en cada intento de revolución. En su cuarto piso, como un puesto de vigía rodeado por un balcón, eligió su morada el Padre Pommés, prefecto general de disciplina del colegio y brazo derecho del fundador Padre Barbé. Allí, durante varios años cumplieron tristes penitencias los alumnos candidatos a la expulsión. En el año 1880, cuando estalló la revolución, el General Bartolomé Mitre y su estado mayor ocuparon la torre desde donde los militares pudieron observar el desarrollo de los combates de Puente Alsina y los Corrales. Una anécdota de la historia cuenta que Bartolomé Mitre casualmente encontró a su sobrino Mariano de Vedia (alumno del San José en ese entonces, periodista y diputado nacional con posterioridad) cumpliendo una penitencia y lo reprendió con militar severidad.

Las crónicas del año 1888 mencionan un terremoto nocturno que aterró a los pupilos, pues agitó la campana y rasgó mármoles del lavatorio. A partir de 1912, la campana fue orientada hacia Larrea a fin de extender al patio mayor el imperio de sus tañidos; pero se comprobó que los embates de los vientos dispersaban su voz, lo cual dio paso a los timbres eléctricos...En cuanto a las broncíneas campanadas, se vieron reservadas para los tres rezos diarios del "Ángel del Señor".

La construcción del Salón de Actos durante la segunda década del siglo XX modificó el mirador, que debió ceder 2 metros a la caja del escenario teatral, por lo cual escalera final de la torre es muy empinada.

El mirador del colegio, erguido cual fortín entre el escaso vecindario, servía como observatorio del suburbio achatado, donde dominaban los campanarios de los templos de La Piedad, del Carmen, el de Regina, el del Salvador y la capilla Mater Misericordiae. Desde el mirador el contorno ofrecía un marco de paz en cuyas manzanas arboladas se ocultaban las casonas con alero, huerta, jardín y palomar. En 1913, el padre Pommés y el padre Lamane concibieron la idea de instalar en el mirador un observatorio astronómico. El telescopio fue donado por el Dr. Sinforoso Molina, padre del alumno Conrado, y estuvo alojado en la habitación del padre Pommés hasta que fue instalado en la cúpula al año siguiente. Los encargados de dar clases prácticas de astronomía fueron los padres Taillefer, Mourié, Guithou, Grange y Ramón Gay. El observatorio funcionó en forma continua hasta la década de 1970, cuando muriera el padre Gay, última persona que lo manejara. Lamentablemente no ha llegado hasta nuestros días información detallada acerca de qué tipo de actividades se realizaron en el observatorio, ya sea de investigación, enseñanza o fotografía, desde su inauguración hasta la muerte del padre Gay


Fuente: observatoriosanjose.com.ar

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